El macho argentino.

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La multitud se reunía, esperanzada, escéptica, en el Luna Park para ver si García cumplía con su bravata de acostarse con 100 mujeres una detrás de otra. En la cama instalada en el ring del Luna, García superaba un obstáculo tras otro. A las 30, el público enfervorizado ya coreaba su nombre. A las 45 miles empezaban a dedicarle el clásico todos con el culo en la pared/ llegó García. A las 60 tiraban papelitos cada vez que. A las 75 habían improvisado banderas: Sabella, García es argentino, García para todos. El aliento era interrupto y muchachos de pelo en pecho gritaban García haceme un hijo. Cuando llegó a la 91 los gritos de García presidente asomaron, tímidos, en las plateas más bajas. Cuando terminó con su 98 todo el estadio era un clamor y la suerte del país parecía decidida.

García, a todo esto, estaba al borde del desmayo - y su virilidad cada vez más ahíta, tumefacta, quebradiza. Ante la 99 dejó de responderle; García hizo un gesto que todos entendieron: no iba más. Hubo un momento de silencio y, de golpe, el Luna se unió en un grito despiadado: ¡García maricón! ¡García maricón!

De Martín Caparrós

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